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La Ciencia, conformadora de pueblos y sociedades

Por Miguel LEIVA MÁRQUEZ


(Miguel LEIVA MARQUEZ es Licenciado en Ciencias Físicas y profesor de Matemáticas en el Instituto de Educación Secundaria "Parque de Monfragüe", de Plasencia -Spain)
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La interacción entre la ciencia y el entorno social en que germina fue muchas veces conflictiva y devino en situaciones diversas que no siempre acabaron bien.

Quien se haya tomado algún interés por conocer el desarrollo de la ciencia en nuestra cultura occidental podrá deducir, sin ningún problema, que difícilmente se le podrían haber interpuesto más obstáculos y dificultades.

Si nos remontamos a los siglos XVI y XVII, la hoguera siempre estuvo presta para atajar cualquier visión del mundo que se desviara de la tradición y los tribunales eclesiásticos siempre fueron leales cancerberos de la más estricta ortodoxia. Unos tuvieron que pagar con la vida (M. Servet, G. Bruno,…) y otros con su dignidad (Galileo). Sin embargo, con el tiempo se fue horadando el muro de las costumbres. La nueva interpretación del mundo y de las cosas se abrió camino y la emergente ciencia comenzó a desplegar sus potencialidades.

Una sociedad madura
Un pueblo que engendró antes de que amaneciera el siglo XX personajes centrales como I. Newton, M. Faraday, J.C. Maxwell, entre otros excelentes físicos, y vivió con Ch. Darwin el apasionado debate que su figura y su obra desencadenó en la sociedad británica, era muy difícil que en el siglo XX no hubiese integrado la ciencia en su cultura. Recordemos una anécdota sobre esta cuestión.

Al comenzar la Segunda Guerra Mundial Gran Bretaña se encontraba en clara inferioridad ante Alemania. La aviación alemana, la Luftwaffe, amenazaba destruir desde el aire los centros vitales del país. No había tiempo para construir más aviones ni más aeródromos. El general en jefe de la defensa tenía un difícil problema. A éste no se le ocurrió reunir a generales u otros expertos militares, sino a matemáticos y físicos teóricos. Comprendió que la solución iba por la optimización de los recursos disponibles. Los aviones tendrían que estar siempre volando. Aterrizar, aprovisionarse y despegar de nuevo de aeródromos convenientemente distribuidos y con nuevos pilotos descansados. Suponía un extraordinario estudio de movimientos y coordinación de base matemática, que dio origen a una rama de las matemáticas denominada Investigación Operativa, que después se aplicó en otros contextos de la actividad productiva.

El general británico no era experto en matemáticas, pero era hijo de una cultura que tenía a la ciencia incorporada y por ello tenía la suficiente cultura científica para localizar los saberes que le permitieron plantear correctamente el problema. Algo impensable, en aquel tiempo, en otros muchos lugares.

En el año 1998 se aislaron por vez primera “células madre embrionarias” ¿Pudo sorprenderse alguien de que, al poco tiempo, el parlamento inglés tuviese la autonomía y la decisión de aprobar y favorecer las investigaciones sobre clonación terapéutica?

El caso de la ciencia islámica
Mucha gente se ha preguntado qué pasó con el esplendor inicial de la cultura y la ciencia musulmana. Durante cuatro siglos brilló con luz propia, aunque fecundada por las traducciones de textos de culturas vecinas, fundamentalmente de los clásicos griegos. El álgebra, la trigonometría, la astronomía, la óptica, etc se desarrollaron en dicho periodo. Sin embargo, a partir del siglo XII la situación comenzó a cambiar.

A caballo entre los siglos XI y XII surge en el mundo islámico la figura de Al-Ghazali (1058-1128), castellanizado como Algazel, teólogo y místico de origen persa. En su obra “La incoherencia de los filósofos” atacó con vehemencia los excesos de racionalismo de las escuelas musulmanas de la época, muy influídas por los filósofos griegos.

El tiempo transcurrido desde la aparición del Islam ya había hecho posible la instalación de poderosas castas religiosas donde anidó dicha doctrina. Por doquier prevaleció el “principio de unidad ontológica” - todo saber es único y proviene de Alá - y el “principio de unidad epistemológica” - los métodos para obtener y evaluar los conocimientos deben tener su base en el Islam - eliminando de esta manera todo posible conflicto entre fe y razón.

Aquí reside el origen y fundamento del posterior recelo religioso respecto del racionalismo y la lógica griega como medio independiente y autónomo respecto a la revelación mahometana, portadora del conocimiento verdadero. La unidad del conocimiento se ha mantenido siempre hasta hoy, aunque para ello se tuviese que prohibir o someter a estricto control las ciencias naturales y el pensamiento racional.

Hubo, no obstante, impulsos hacia un racionalismo moderno y una epistemología naturalista. Cabe destacar a Ibn Rush (Averroes) (1128-1198), hijo de un imán de Córdoba, que en su obra más importante, “La destrucción de la destrucción”, refuta el irracionalismo de Algazel. Acusado de hereje sus libros se quemaron por orden del califa de Córdoba, que lo desterró a Lucena y acabó finalmente en Marrakesh. Su influencia en el mundo islámico desapareció, pues su pensamiento se consideró peligroso para la fe.

No obstante, su proyección sobre los eruditos judíos de los siglos XIII al XVI , que las tradujeron al latín, y su influencia en las universidades de Padua y Bolonia contribuyó notoriamente al nacimiento de la ciencia moderna.

¿Es posible mantener un mínimo nivel científico, autónomo y creativo, en una sociedad no laica? La experiencia occidental dice que no, pues la ciencia lleva consigo la duda metódica, un escepticismo inquisidor, una crítica racional y permanente a todo conocimiento establecido y no acepta la preeminencia ni la validez del testimonio de autoridad, poco compatible todo ello con una visión teocrática del mundo. El esplendor de los siglos jóvenes del islamismo se tornó en apogeo religioso. No puede extrañar, por tanto, que la aportación de este área cultural a la ciencia moderna sea nula.

Epílogo
La ciencia es patrimonio de los seres humanos. Deja su impronta, su huella, por exceso o por defecto en todos los pueblos . En el oriente asiático, por el contrario, miles de millones de personas viven y han vivido siempre sin necesidad de dios ni de demonio, de paraíso ni de infierno. Han sido culturas más contemplativas que activas y sus tradiciones -Taoismo, Confucionismo, Budismo, Zen, etc- han sido, fundamentalmente, filosofías para la vida y para la existencia. Incorporados, de pronto, merced a la globalización de las relaciones internacionales, al circuito mundial y por ende al sistema de la ciencia y la tecnología, parece que no van a padecer rémoras de ningún tipo, ni plomo en los pies para avanzar.

Están saltando del tercer mundo a la vanguardia del primero. China, Singapur, Corea del Sur etc, saltan últimamente a los periódicos por investigaciones en temas de vanguardia (Espacio, Biología,…)

En ninguna quiniela figuraba que un laboratorio de Corea de Sur se colocase en la cima de la investigación sobre clonación terapéutica.

Los tiempos están cambiando…. en algunos lugares.

Bibliografía
“La ciencia árabe-islámica y su revolución pendiente”
Fernando Peregrín Gutiérrez. Revista de Libros. Fundación Caja Madrid.

“La ciencia descolocada”
Federico García Moliner. Editorial Laberinto



MIGUEL LEIVA MÁRQUEZ
Licenciado en Ciencias Físicas
Profesor de Matemáticas
27 marzo 2004
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