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REFLEXIONES SOBRE EL PAPEL DE LA CIENCIA

Por Miguel LEIVA MÁRQUEZ


(Miguel LEIVA MARQUEZ es Licenciado en Ciencias Físicas y profesor de Matemáticas en el Instituto de Educación Secundaria "Parque de Monfragüe", de Plasencia -Spain)
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No es fácil explicar a quienes se hallan alejados del “mundillo” científico el significado que tiene la ciencia y la tecnología en nuestro mundo y lo que ha supuesto o puede suponer para el ser humano disponer de semejante conocimiento. Por el contrario, en muchas ocasiones nos encontramos con rechazos o recelos que a veces rozan la irracionalidad, incluso en personas o sectores que se consideran cultos. Esto no es más que una manifestación del hecho significativo y contradictorio que supone que en los albores del siglo XXI, cuando muchos países han alcanzado el nivel de “estado de bienestar” económico y es admitida la altísima dependencia que la dinámica social posee de la ciencia y la tecnología, amplísimos sectores de población de estas sociedades se encuentran en permanente estado de analfabetismo funcional en lo que se refiere a este tipo de saberes y nos encontramos muy lejos de que éstos sean incorporados al sistema de valores del hombre ordinario. No se puede considerar ajena a este hecho la penosa situación que la investigación científica atraviesa en tantos países, sobre todo en investigación básica, y el desentendimiento que los políticos en el poder, que en este aspecto son población ordinaria en su mayoría, muestran al respecto. Cabe, por ello, colegir que la divulgación científica en su entorno es ineludible responsabilidad para todo aquel que se halle en condiciones de hacerla, así como buscar argumentos sólidos que nos sirvan para fundamentar el significado que la ciencia ha tenido y que puede tener para nosotros. En este sentido intentaré desarrollar dos ideas.

EN EL PASADO
Leía no hace mucho tiempo al codirector del yacimiento paleontológico de Atapuerca (Burgos), profesor Eudald Carbonell, y quedaba maravillado al comprobar como en su obra “Aún no somos humanos” realizaba la mejor fundamentación antropológica de la ciencia que conozco. Señala el autor que hace 2´4 millones de años, acuciados por la crisis climática que sobrevino en Africa, algunos primates empezaron a golpear piedras para fabricar instrumentos que usaban para triturar y cortar huesos. Los homínidos del Plioceno pudieron obtener así el tuétano de los huesos y proteinas de gran calidad. Datan de la misma época la fabricación de los primeros instrumentos líticos y del primer aumento cerebral. La conjunción de bipedismo, producción de instrumentos y aumento cerebral sería decisiva. El posterior descubrimiento y control del fuego sería igualmente decisivo, pues hizo posible la socialización y la comunicación entre grupos de homínidos, favoreciendo la aparición del lenguaje articulado. Con este punto de partida se despliega una obra recomendable en la que no puedo seguir extendiéndome, pero donde resulta evidente el papel que los primeros atisbos de ciencia y tecnología jugaron en nuestra conformación como especie “sapiens”.

El salto cualitativo que en aquellos tiempos se produjo dilató la conciencia de la realidad del homínido tanto que lo convirtió en hombre. La revolución copernicana, que desplazó el centro de gravedad de las cosas fuera de nuestro mundo. El darwinismo, que contribuyó a que se instalase en nuestra mente la idea de “proceso en marcha”, de evolución, y que después supimos que no solamente afectaba a los seres vivos, sino a toda la materia y al mismo universo.

El descubrimiento de Watson y Crick y de toda la pléyade de genetistas e investigadores que contribuyeron a desenmascarar el código del programa genético, fue otro hito al acercarnos irremisiblemente al resto de las especies vivas y en definitiva a la realidad que nos subyace.

Si a comienzos del siglo XX las certezas ya habían sido zarandeadas en varias ocasiones un insospechado protagonista se instalaría en nuestra comprensión del mundo. Desde lo microscópico,el invisible mundo del azar y la probabilidad se revelaría como sostenedor de la realidad macroscópica y de los fenómenos cotidianos. Hechos que tomaron forma con la consolidación de la Física Cuántica.

Basten algunos momentos estelares que fueron saltos cualitativos en la comprensión de la realidad y en el ensanchamiento de nuestra conciencia de las cosas. Al final del siglo XX la conciencia del mono se había expandido tanto que un científico, Carl Sagan, pudo decir, al fin, que la especie humana era la conciencia del universo que se contemplaba y se comprendía a sí mismo.

Hoy a comienzos del siglo XXI, cuando se nos anuncia la clonación, el control del envejecimiento celular, las terapias con células madre y la clonación terapéutica, los implantes con biochips, las modificaciones de algunos órganos en las salidas prolongadas al espacio, los viajes espaciales, etc, etc, … no es fácil intuir que nuevos cambios copernicanos se nos avecinan para el próximo futuro y presumiblemente pueden acabar dejando irreconocible a la especie humana respecto a los cánones y criterios que hoy manejamos.

Quede, pues, reflejado el papel decisivo que el conocimiento científico y sus aplicaciones tecnológicas ha jugado en la aparición y desarrollo de nuestra especie y en la conciencia que esta se fue formando de la realidad en la que vive.

EN EL FUTURO
Si la simbiosis del hombre con la ciencia ha dado tantos frutos hasta ahora, tan imprescindible se aventura para el futuro. Ninguna especie viva sobrevive para siempre. Al cambiar las condiciones para las que se encuentran adaptadas la Naturaleza siempre respondió con la misma estreategía: Nuevas familias, géneros o especies sustituyen a las que desaparecen. De esta manera la vida ha logrado mantenerse después de numerosas extinciones. Los más reconocidos especialistas, M.J.Benton; D.H.Erwin; D.Jablonski; E.G.Kaufman; K.Kowalski;etc, nos cuentan que junto a otras de menor entidad se conocen doce grandes extinciones en masa, algunas de ellas muy bien estudiadas, algunas de las cuales llegó a acabar con más del 90% de las especies vivas del planeta. La extinción se convierte, pues en una enfermedad crónica del planeta, que periódicamente lo sacude. Su papel en la configuración pasada y actual de la biosfera ha sido determinante. Puede ampliarse este tema en el libro “La lógica de las extinciones”, libro debate entre varios autores de editorial Tusquets.

Por vez primera una especie viva podría tener la posibilidad de sortear esa espada de Damocles que siempre ha pendido sobre la vida en nuestro planeta. Naturalmente que me refiero a la especie humana. Pero,¿realmente existen retos a los que nuestra especie se deba enfrentar en un futuro más o menos próximo?

Citaré únicamente algunos ejemplos de hechos de los que tenemos certeza que han ocurrido anteriormente y que nada indica que no vayan a seguir ocurriendo, pues son de carácter periódico.

J.P.Valet, director de investigación en el C.N.R.S. francés, publicaba en el nº 235 de la revista “ Mundo científico” un artículo sobre la inversión de polaridad en el campo magnético terrestre. En él se indicaba que en los últimos 150 años la disminución de la intensidad del campo magnético había estado produciéndose continuadamente. En general, el paso de una polaridad a otra va precedido de una disminución paulatina hasta llegar casi a desaparecer, para después volver a emerger, pasados unos miles de años con la polaridad invertida. Habría, pues, un largo periodo, a escala humana, en el que el planeta carecería del paraguas protector de la magnetosfera, que nos salvaguarda de las radiaciones cósmicas y solares. No se ha encontrado ninguna periodicidad en las inversiones del dipolo, pero las últimas han venido ocurriendo en un promedio de dos por cada millón de años.La última ocurrió hace 780.000 años y la anterior a ésta 250.000 años antes. Aunque no existe un consenso total entre especialistas muchos piensan que ya estamos metidos en un proceso de inversión magnética en el planeta.

Los ciclos de Milankovitch se refieren a movimientos períódicos que afectan a nuestro planeta y sirven para comprender las glaciaciones. La oscilación respecto a la vertical del eje de rotación terrestre desde 21´5º hasta 24´5º (actualmente la inclinación es de 23´4º) en periodos de 41000 años y la variación de excentricidad de la órbita que describe la Tierra al girar alrededor del sol, que oscila desde casi una circunferencia hasta una elipse en periodos superiores a 100.000 años, producen periódicamente en nuestro planeta eras extremadamente frías o glaciales.

Aunque el cine y la televisión han devaluado el tema, lo cierto es que buena parte de las extinciones masivas parece que han sucedido por impactos de asteroides y cometas. Actualmente se conoce un buen número de asteroides que evolucionan interiormente a la órbita de Marte cuyas trayectorias se cruzan con la órbita de la Tierra. Son los asteroides tipo Apollo y los asteroides tipo Aten. Los primeros son especialmente peligrosos, pues son los que han vertido sus impactos anteriormente sobre el planeta. Además existen gran número de asteroides cuyas trayectorias son desconocidas. Nadie duda, pues, que nuevas colisiones seguirán produciéndose.

Los supervolcanes no son conocidos en época histórica. El último en entrar en erupción fue el Toba, en Indonesia, hace 74.000 años y estuvo a punto de extinguir a la reciente especie humana. Lo ocurrido entonces se ha podido comprender comparando los genomas de los restos prehistóricos de la especie humana. Los supervolcanes pueden por sí mismos provocar un “invierno nuclear”. En el año 2000 la Sociedad Geológica Británica hacía un llamamiento sobre la peligrosidad de este fenómeno geológico. El único que se conoce es el que subyace bajo el parque de Yellowstone. Las erupciones han venido sucediéndose en el mismo en periodos de 600.000 años. Actualmente el periodo se encuentra sobrepasado y en el lugar se observan las transformaciones del terreno que preceden a las erupciones.

No hago mención de problemas que derivan colateralmente de la aplicación de la ciencia o de la deficiente organización de nuestra sociedad. Sólo una verdadera sociedad del conocimiento con una poderosa musculatura tecnológica podrá plantearse superar en el futuro estos u otros retos.

Si la ciencia y la tecnología fue esencial en nuestros orígenes y en nuestro pasado para acceder a nuestro presente no cabe la menor duda que tiene que seguir siendo protagonista en nuestro futuro.

No obstante, en un mundo tan conflictivo y contradictorio como el nuestro no bastará la ciencia para garantizar el futuro. Pero resulta desolador observar como la gente en nuestras ciudades viven de espaldas a estas cuestiones, empeñadas en distraerse a toda costa, renunciando a todo el flujo de creatividad que un día nos sacó de monos y nos hizo hombres.





MIGUEL LEIVA MÁRQUEZ
Licenciado en Ciencias Físicas
Profesor de Matemáticas
03 enero 2004
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