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Ciencia, Científicos y Ciencia Ficción



por Miguel LEIVA MÁRQUEZ

(Miguel LEIVA MÁRQUEZ es Licenciado en Ciencias Físicas y Profesor de Matemáticas del Instituto de Educación Secundaria "Parque de Monfragüe", en Plasencia-Spain)


Muchos científicos, profesores y profesionales vinculados de alguna manera al mundo de la ciencia, tuvieron ocasión en su juventud de leer las obras de autores como Julio Verne, H.G. Wells o I. Asimov, lo que supuso para mucha gente el primer contacto con un ámbito donde lo científico y lo tecnológico ocupaba un lugar relevante y revelador.

Más, ¿no se han quedado estos emblemáticos autores sin sucesores en el imaginario popular y con ello se ha perdido un importante elemento motivador en nuestros jóvenes estudiantes? ¿Acaso los excelentes creadores de ciencia ficción actuales no se encuentran recluidos en un reducido círculo de admiradores sin que sus nombres hayan podido traspasarlo para alcanzar el dominio público, como ocurría en otros tiempos?

No obstante, no sólo ha sido la ciencia ficción el único acicate que en tantas ocasiones atrajo y sedujo hacia el mundo de la ciencia a jóvenes y adultos, sino que en otras ocasiones pudo ser la presentación del futuro y de la ciencia que algún científico de prestigio realizaba especulando directamente sobre ello.


Una apuesta por la ciencia ficción “hard”
La ciencia ficción es un mundo donde coexisten diferentes perspectivas de concebir el género, desde las más disparatadas maneras de tratar la ciencia hasta aquellas que son rigurosas y respetuosas con los conocimientos científicos adquiridos; desde aquellas que conceden mayor peso a lo fantástico y lo literario hasta las que insisten más en los aspectos técnicos y científicos en sus narraciones; desde las que se recrean en la evolución de las estructuras sociales hasta aquellas que ponen el acento en nuevas adquisiciones de la física, la biología , la tecnología. Aunque a veces todos estos elementos se encuentran combinados en singular revoltijo.

Nos detendremos, específicamente, en aquella modalidad que mayor interés tiene desde la mirada científica, es decir, aquella modalidad que es coherente con el conocimiento científico aceptado y que insiste en especular sobre posibles desarrollos de la ciencia y tecnología actuales y sus repercusiones sociales.

Ésta modalidad de la ciencia ficción se conoce en la jerga del género como ciencia ficción “hard” , dura, que está en la mayoría de los casos escrita por científicos cualificados,especialmente por físicos, matemáticos, ingenieros, informáticos, etc, habiendo llegado algunos de ellos, como fue el caso del recordado Isaac Asimov, incluso a abandonar su dedicación académica para dedicarse exclusivamente a la escritura de ciencia ficción.

Tiene sentido que un científico escriba sobre ciencia ficción, porque habitualmente, en su trabajo académico, se encuentra constreñido por el rigor y la metodología, de modo que si quiere especular sobre posibles despliegues de la ciencia y la tecnología tiene que situarse en una dimensión diferente.

La proyección hacia el futuro que la ciencia ficción hace de la ciencia y la tecnología han cristalizado en predicciones que algunas veces se han verificado. Como ejemplo se pueden recordar las píldoras de la euforia, de A. Huxley, los satélites artificiales anunciados por primera vez en 1945 por Arthur C. Clarke; la holografía, por I.E. Efremov, propuesta en 1945 en “Una sombra del pasado”; los rayos laser, por H.G. Wells en 1898 en “ La guerra de los mundos “; los trasplantes de órganos, por A. Boliaev en 1925 en “La cabeza del profesor Dowell”; los robots, término introducido por el checo Capek en 1931; etc, que sólo fueron buenas extrapolaciones hechas por escritores a partir del conocimiento científico de su época.

En cualquier caso el papel de la ciencia ficción no es hacer predicciones científicas, sino cautivar por la “sensación de lo maravilloso”. Por ello es posible encontrar todo tipo de autores entre sus páginas, aunque no tengan nada que ver con la ciencia ni con la tecnología. Ello es causa, a veces, de errores y disparates al tratar estas cuestiones. Sin embargo, estos aspectos negativos, en cierta literatura de ciencia ficción, es posible revertirlos en positivos si los consideramos como elementos didácticos para utilizarlos en el aula y someterlos a crítica, asesorados por los profesores, facilitando de este modo el asentamiento de reglas y principios científicos.


La ciencia ficción en las aulas
Miquel Barceló, ingeniero aeronáutico, doctor en informática y profesor de dicha materia en la Universidad Politécnica de Cataluña, (UPC), es una de las figuras señeras de la ciencia ficción en España, a la que ha contribuido como escritor, divulgador y editor. Dice que “la ciencia ficción es, junto con la producción científico-técnica y la divulgación científica, uno de los tres niveles desde los que es posible la comunicación de la ciencia. Algunos científicos como Carl Sagan o Isaac Asimov han sido capaces de transmitir sus conocimientos científicos a través de estos tres niveles, adaptándose en cada momento a los diversos tipos de audiencias”.

Las posibilidades de maravilla y admiración que ofrece la ciencia ficción son inagotables. Nuevos mundos, nuevas culturas y civilizaciones, nuevos hallazgos científicos y tecnológicos nos proyectan a una nueva dimensión de la realidad que observamos absortos y sorprendidos. Este “sentido de lo maravilloso” es, pues, una de las cualidades más características y atractivas de la ciencia ficción.

Son esas maravillas de la ciencia ficción las que atraen a los jóvenes que se interesan por esta temática. Así fue entendido hace algunos años en el entorno anglosajón, donde la ciencia ficción ha logrado formar parte de los currículos de las high-schools y universidades y poco a poco lo hace también en el contexto docente de España.

Con la pretensión de provocar en los alumnos procesos de reflexión y contraste que suscitaran curiosidad y análisis se publicó hace ya algunos años “ Física y ciencia ficción “, de editorial Akal, que puede ser un modelo o una guía para trabajar en un aula de enseñanza media, constituyéndose en un recurso más para el aprendizaje de las ciencias. Utilizando como materia prima ciencia ficción “hard” se pueden encontrar propuestas para trabajar con los alumnos; autores idóneos para trabajar con ellos; errores conceptuales cometidos en algunas obras de ciencia ficción; esquemas alternativos a los que nos proponen, etc, incluso cabe la posibilidad de proponer la escritura de un relato y valorar la originalidad, coherencia y adecuación del mismo.

A nivel universitario es imprescindible citar la labor desarrollada por los profesores Jordi José Pont, doctor en ciencias físicas e investigador en astrofísica nuclear, y Manuel Moreno Lupiáñez, también doctor en ciencias físicas e investigador en cinemática estelar, ambos en la Universidad Politécnica de Cataluña, (UPC), donde han impartido con gran éxito de matrícula el curso universitario de “Física y ciencia ficción”, durante años. Una vez despojado del formulario utilizado y rebajado el rigor empleado en las aulas, el material de dichos cursos se ha ofrecido a un público más amplio en el libro titulado “De king kong a Einstein” , donde para deshacer entuertos se aplican desde las sencillas reglas de escala hasta la moderna teoría de la relatividad o se hace balance del uso y abuso de las leyes de la física en dichas narraciones.

Es posible, pues, encontrar un nexo de comunicación entre ciencia, enseñanza y ciencia ficción. No resulta sorprendente, por tanto, que científicos como Stephen W. Hawking, Carl Sagan, Steven Weinberg, Sheldon L. Glasgow o Murray Gell -Mann ( los tres últimos premios Nobel de Física ), hayan reconocido públicamente su deuda con las obras de ciencia ficción leídas.


Asimov

Clarke

Benford



Autores de ciencia ficcion “hard”
“En el alba del tercer milenio, el ritmo de cambio se ha hecho tan acelerado que hoy sabemos ya que el mundo en el que aprendimos a vivir y relacionarnos no será el mismo donde viviremos la mayor parte de nuestras vidas. El cambio preside nuestra civilización como nunca antes había afectado a nuestros antepasados. Estamos obligados a convivir con el futuro y los cambios que nos aporte.”(Barceló)

Se trataría, pues, que esas visiones del futuro fuesen imaginadas por personas de confianza, tales como la que nos proporcionan esos profesionales de la ciencia que paralelamente escriben ciencia ficción. Veamos una muestra representativa:

ARTHUR C. CLARKE.
De todos los escritores actuales sin duda el más conocido de todos es Arthur C. Clarke. Nació en 1917 en el Reino Unido. Tras acabar la segunda guerra mundial ingresó en el King´s College de Londres donde estudió física y matemáticas.

En 1945 había publicado un artículo técnico, “Extra-terrestrial Relays”, estableciendo, por primera vez los principios de comunicación vía satélite en órbita geoestacionaria, que le valieron numerosos honores y premios. Hoy día la órbita geoestacionaria de 42.000 km. es llamada “Órbita Clarke” por la Unión Astronómica Internacional. Ha sido durante varios años presidente de la Sociedad Interplanetaria Británica.

Como autor de ciencia ficción es considerado como el que más entusiasmo expresa por la potencialidad casi infinita de la humanidad, si bien concluye que está en pañales comparada con eventuales civilizaciones extraterrestres, como refleja en algunas de sus obras.

Clarke se hizo muy conocido en todo el mundo cuando trabajó como comentarista de la cadena estadounidense CBS, durante las misiones Apolo 11, 12 y 15, después del éxito conseguido con la adaptación cinematográfica de “2001: una odisea espacial”.

El mejor Clarke hay que buscarlo en los relatos cortos, donde generalmente especula sobre algún tema científico y lo contorsiona hasta sus últimas consecuencias, acabando habitualmente de una forma inesperada y sorprendente. Leer una colección de relatos cortos quizás sea la mejor forma de conocerlo. En cambio, en sus novelas no siempre está a la altura de las circunstancias, pues le resulta más difícil dominar el ritmo y la extensión de sus obras. Entre su extensa producción se puede citar: “2001: Una odisea espacial”, pero para leerla es aconsejable hacerlo antes con el relato corto “El centinela” , la inquietante historia de un sistema de alarma colocado por una civilización espacial para detectar nuestra salida de la barbarie. Cuando se escribió el guión de la película se pensó hacer referencia a este precedente, pero finalmente se abandonó la idea, quedando confusa para mucha gente la trama de la misma. Posteriormente se transformó en una saga con “2010: Odisea dos”, “2061: Odisea tres” y “3061: Odisea final”. Además, “Cita con Rama”, “En las profundidades”, “Fuentes del Paraíso”, “La ciudad y las estrellas”, “El fin de la infancia” .

En el ensayo “Perfiles de futuro”, escrito en 1962, describe, imitando a Asimov y sus “tres leyes de la robótica”, las “tres leyes de la tecnociencia”, de las cuales la más conocida es la muy repetida: “Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.

DAVID BRIN.
Nacido en 1950. Licenciado en física y doctorado en ciencia espacial. Ha trabajado como investigador y docente en la Universidad de California, en San Diego. Junto con Gregory Benford representa hoy el punto más álgido de la ciencia ficción sólidamente inspirada en la ciencia.

Su obra más conocida y premiada es la serie sobre los “pupilos”: “Navegante solar”, “Marea estelar” y la “Rebelión de los pupilos”. Posteriormente ha iniciado una nueva trilogía ambientada en el mismo universo de ficción: “Arrecife brillante” y “La costa del infinito”. Últimamente ha abordado novelas ambiciosas destinadas a dejar huella como “Tierra” y “Tiempos de gloria”.

ROBERT L. FORWARD.
Decano de los laboratorios Hughes en Malibú, California, y pionero en el campo de la electrodinámica gravitatoria. Diseñó la primera antena láser para recoger datos gravitatorios.

Cuando sus ideas se han podido llevar a la práctica con la tecnología actual (sensores de gravedad, enfriamiento electrónico, propulsión láser) las reflejó en proyectos de investigación; si son demasiado avanzadas para el nivel tecnológico actual, las expresa en artículos de ciencia especulativa o constituyen el núcleo en torno al cual articula el argumento de sus novelas y relatos de ciencia ficción. “Huevo de dragón”, “El vuelo de la libélula”, “Estrellamoto” son sus novelas más representativas y entre sus relatos cortos “Paradoja gemela” y “Aceleración constante”.

CHARLES SHEFFIELD
Nacionalizado estadounidense, nació en Inglaterra en 1935. Estudió Matemáticas y se doctoró en Física Teórica. Es un especialista cualificado en tecnología espacial y ha asesorado en repetidas ocasiones a diferentes comités del Congreso de los Estados Unidos.

En ciencia ficción ha escrito “Entre los latidos de la noche”, “La caza de Nimrod”, “La telaraña de los mundos”, “Las crónicas de Mc Andrew”, “Marea estival”, “Proteo”.

VERNOR VINGE.
Uno de los escritores más importantes del género. Nació en 1944 en Wisconsin. Obtuvo el doctorado en matemáticas por la Universidad de California en San Diego, (USSD), y ha sido profesor de matemáticas en San Diego State University, (SDSU).

En el ámbito de la ciencia especulativa es conocido por su hipótesis sobre la “Singularidad tecnológica”. Presentada la primera vez en un simposio patrocinado por la NASA en 1993 y que él mismo resume en dos frases : “en unos treinta años, dispondremos de los medios tecnológicos para crear inteligencia artificial artificial superhumana. Poco después la era humana acabará.”

Mientras llega ese momento, Vinge ha dejado hace algunos años su carrera científica para dedicarse exclusivamente a la escritura de ciencia ficción, donde ha sido repetidamente premiado. “La guerra de paz” y su continuación “Naufragio en el tiempo” son sus obras más representativas. En 1992 inició una nueva trilogía con “Un fuego sobre el abismo” continuada por “Un abismo en el cielo”.

GREGORY BENFORD.
Nació en Alabama, en 1991. Se doctoró en física por la Universidad de California, donde es catedrático de física. Dirige investigaciones sobre turbulencias en plasma, en astrofísica. Ha trabajado en el Departamento de Energía de la Nasa. Se le considera uno de los principales exponentes de la nueva ciencia ficción “hard”. Podemos citar sus obras : “Si las estrellas son dioses”, “Conopaisaje” y la serie iniciada con la novela “En el océano de la noche”, “Gran río del espacio”, “Mareas de luz”, “Navegante de la luminosa eternidad”, “Sudario de estrellas”, “Tras la caída de la noche”, “Contra el infinito” y “Cosmo”.

LARRY NIVEN.
Nació en los Ángeles en 1938. Estudió matemáticas y filosofía en la Universidad de Topeka. Es uno de los más genuinos representantes de la ciencia ficción “hard”.

Obras representativas del mismo son “Mundo anillo”, “Umbral cósmico”, “Un mundo fuera del tiempo”, “Viajeros en el tiempo”, “Los ingenieros del mundo anillo” y “Encuentro con Medusa”.



GREG EGAN.
Es uno de los autores del momento. Nació en Perth (Australia) en 1961. Estudió matemáticas en la Universidad del Oeste y es programador informático en Sydney, además de escritor. Pese a su juventud colecciona gran cantidad de galardones por una obra que combina asombrosas especulaciones sobre el desarrollo de la tecnología con las más profundas reflexiones metafísicas que ha dado la ciencia ficción.

La búsqueda del fundamento final de la realidad es la base de la trilogía formada por “Cuarentena”, “Ciudad Permutación” y “El instante Aleph”.

Otro tema que le preocupa es el culto a la ignorancia, tan común hoy en día y que es el antagonista real de su obra. Para un autor que ha hecho del rigor el eje de su obra, la idea de no saber le parece absurda. Si no se sabe es imposible decidir ni actuar.

Otras obras más recientes son “Teranesia” y “Diaspora”.

Finalmente citaremos a dos autores españoles que han sabido cuidar el aspecto científico de sus obras al más puro estilo “hard” anglosajón. Se trata de Juan Miguel Aguilera (1960), diseñador industrial, y Javier Redal (1952), profesor de biología en un instituto de secundaria.

Juntos han publicado las obras “Mundos en el abismo”, “Hijos de la eternidad”, “El refugio” y “En un vacío insondable”.

Otra corriente diferenciada de la ciencia ficción “hard” es la denominada “ciberpunk”, que trata de incorporar otros elementos sociológicos y estéticos en sus narraciones pero done la tecnología también ocupa un lugar relevante, a veces con habilidades premonitorias sorprendentes, como es el caso de William Gibson, creador del término “ciberespacio” y uno de sus representantes más conocido, que en su primera obra, “Neuromante”, de difícil lectura, vio con bastante antelación el fenómeno de internet y la realidad virtual, así como otras inquietantes novedades que previsiblemente se van a producir.


Visiones de futuro
No obstante, hay profesionales de la ciencia que no sólo se han adentrado en el futuro a través de la ciencia ficción, sino que lo han hecho también, de forma más directa, siguiendo la senda de la pura especulación científica, circunstancia ésta que ha servido para trazar el camino a futuras generaciones. En este sentido podemos recordar algunos casos relevantes.

En 1959, el genial y carismático premio Nobel de Física, Richard Feynman presentó una ponencia en la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Física con el título “Hay un montón de espacio allá abajo”, haciendo notar que en las escalas de las dimensiones atómicas los 24 volúmenes de la Enciclopedia Británica podían caber en la punta de un alfiler y desafió a sus colegas para que desarrollaran la capacidad de manipular y controlar cosas a esa escala. Habló de procesos industriales de evaporación de sólidos para generar nuevos tipos de materiales; de construir átomo por átomo maquinaria microscópica que cumpliese funciones determinadas de antemano y sobre todo insistió en que en la medida en que el ser humano tuviese el control de la disposición de las moléculas y sus átomos se podrían crear nuevos materiales con propiedades inimaginables. Al final instituyó dos premios que aún están vigentes, con un fondo financiado por él mismo, para reconocer los trabajos que había propuesto.

Treinta años después , en 1990, científicos de IBM en California lograron que 35 átomos de xenón, dispuestos sobre la superficie de un cristal de níquel, formaran la sigla “IBM”. Ésto se logró trasladando los átomos con el extremo de un microscopio de “efecto tunel” desarrollado en un laboratorio de IBM en Zurich, por el que sus inventores (G.Binnig-H.Rohrer) recibieron el premio Nobel de Física.

Otro físico de prestigio, Freeman J. Dyson, actualmente profesor emérito de física teórica del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, puede ser considerado de imaginación sin par, pues sus especulaciones han abarcado campos muy diferentes. En 1972 fue invitado a Londres para participar en las anuales “conferencias Bernal”. El tema de la conferencia era el futuro de la naciente tecnología biológica. En el desarrollo de la misma propuso la creación de “maquinaria autorreproductora”, imitando la función y reproducción de un organismo vivo pero con materiales no vivientes.

Posteriormente K. Eric Drexler, en 1986 a través de un libro trascendente titulado “Motores de creación”, indicaba la forma de manipular materiales con precisión atómica por medio de máquinas nanométricas, cuya escala se encuentre en el entorno de los m. Posteriormente en otro libro, titulado “Nano systems: molecular machinery manufacturing and computation”, concretó los resultados obtenidos en la experimentación.

Ambos libros provocaron una profunda conmoción en el mundo científico. En definitiva explican que el ser humano debe fabricar dos tipos de nanomáquinas: “los ensambladores” y “los desarmadores”. Estas serán las máquinas para trabajar con absoluto control a escala atómica. Recuerdan estas máquinas a las enzimas polimerasas que rompen los enlaces químicos de los nucleótidos del ADN y reconstruyen obteniendo nuevos bloques de adenina, timina, guanina y citosina en el núcleo de la célula.

Las visiones nebulosas pero coherentes de Feynman y Dyson en la segunda mitad del siglo XX, han permitido que se desarrolle una línea de conocimiento que va a cambiar el mundo en el siglo XXI.


Nanotecnología

Kurzweil

Esfera Dyson

Pero Dyson no se detuvo ahí y algunas de sus especulaciones entran de lleno en la ciencia ficción, al menos para los que vivimos en este tiempo. Poco después de los viajes del hombre a la Luna propuso que un autómata reproductor, como los mencionados anteriormente, podría ser enviado a Enceladus, la luna cubierta de hielo de Saturno. Esta máquina extraería del distante Sol la energía necesaria para crear fábricas que produjeran una larga cadena de naves de vela impulsadas por energía solar, llevando cada una de ellas un bloque de hielo. Las naves se dirigirían hacia Marte donde dejarían caer dichos bloques para que se fundieran en la atmósfera marciana. La humedad acumulada calentaría la misma, haciéndola viable para la vida y la agricultura.

En 1964, el astrónomo ruso Nicolai Kardashev introdujo unas categorías prácticas para clasificar a posibles civilizaciones del espacio, basándose en la progresión natural del consumo de energía y las llamó civilizaciones de tipo I, II y III. Una civilización de tipo I sería la que se valdría de todos los recursos posibles que le proporciona el planeta; la de tipo II utilizaría todos los recursos posibles de la estrella a la que perteneciera y los de su sistema planetario, mientras que una del tipo III se valdría de todos los posibles recursos de la galaxia entera.

Comparándonos con nosotros, que mayoritariamente consumimos combustibles fósiles y algunos minerales energéticos, aún estaríamos a más de un siglo de obtener el título de civilización tipo I. La producción energética de una civilización sería unos diez mil millones de veces, 1010, superior a la anterior. Este contexto puede servir también para situar supuestas civilizaciones en las obras de ciencia ficción.

Una civilización de tipo II podría tener unas necesidades tan enormes de energía que no le bastaran con las de su estrella. En estos casos a Freeman Dyson se le ocurrió la fantástica idea de proponer una esfera que envolviese a la estrella para aprovechar totalmente su energía, utilizando materiales del sistema solar como asteroides y planetas que irían desmembrándose paulatinamente y cuyo radio sería la distancia del planeta habitado en cuestión y el Sol.

Aunque parezca increíble esta idea ha sido objeto de numerosos estudios teóricos para conocer la viabilidad de la misma. En honor a su promulgador se la conoce como “Esfera Dyson”.

Pero en este empeño por recordar a los que han dedicado una parte de su tiempo en especular sobre el futuro que la ciencia y la tecnología nos puede proporcionar sería imperdonable no citar a Ray Kurzweil. Kurzweil es un prestigioso especialista estadounidense en software, que ha realizado notables aportaciones en su campo, por lo que ha sido premiado en repetidas ocasiones, culminando en 1999 con la Medalla Nacional de Tecnología que es el mayor honor de EE UU en el campo de la tecnología, que le fue entregado por el presidente Clinton. Todo ésto para resaltar que no era cualquiera quien en 1999 publicaba “La era de las máquinas espirituales”, que ha producido un enorme impacto y cuyas consecuencias aún colean por la influencia ejercida sobre otros especialistas y científicos, que así lo han reflejado en diferentes publicaciones.

El libro es un análisis detallado y pormenorizado de los acontecimientos que ocurrirán a lo largo del siglo XXI en el campo de la tecnología y de la inteligencia artificial, como consecuencia del desarrollo natural y previsible del conocimiento actual en dicho campo, atreviéndose a fijar un calendario razonado, con fechas incluidas, para tales sucesos.

2009. Los teclados están desapareciendo de los ordenadores, pues la tecnología de reconocimiento de voz se ha desarrollado y los documentos se crean oralmente. Se empiezan a utilizar tecnologías hápticas, que permiten a la gente tocar y sentir objetos o personas a distancia. Se está empezando a trabajar en “ingeniería inversa” para estudiar el funcionamiento del cerebro humano. Si prosperan las investigaciones en computación cuántica se espera en un próximo futuro poder escanear las redes neuronales y transferir la información a otro soporte.

2023. La ley de Moore, que indica que alrededor de cada dos años la capacidad de procesamiento de los ordenadores se duplica por el incremento en la miniaturización de sus componentes, al mismo precio, habrá llegado al tope que permiten las leyes de la física cuántica. Los ordenadores habrán alcanzado la capacidad de procesamiento del cerebro humano.

2029. Hay ordenadores que tienen una capacidad de procesamiento equivalente a mil cerebros humanos. Muchas regiones del cerebro han sido decodificadas y han sido descifrados los algoritmos de procesamiento masivamente paralelo. Los nanoimplantes en el cuerpo humano están haciendo furor. Empieza a no haber una división clara entre el mundo de los humanos y el mundo de las máquinas.

2099. La tecnología de la “ingeniería inversa” del cerebro humano está dominada. El número de humanos basados en software excede al número de humanos que aún utiliza cómputo natural basado en neuronas. La mayoría tiene implantes que aumentan extraordinariamente sus capacidades perceptivas y cognitivas. Los humanos que no tienen implantes no pueden participar en diálogos con humanos que si los tienen, pues éstos son prácticamente instantáneos. El concepto de lo que es humano ha sido alterado y el mismo concepto de mortalidad también, pues cualquiera puede transferir a otro soporte su información cerebral.

Impresionante lo que propone Kurzweil. Se trataría de un salto cualitativo en el desarrollo de la vida inteligente en nuestro planeta y que además va a ocurrir en este siglo. Algo que nos recuerda a la “Singularidad tecnológica” que Vernor Vinge nos había propuesto anteriormente.

Lo que parece claro, cualquiera que sea el orden y la categoría de acontecimientos que se produzcan en el siglo XXI, es que la confluencia de líneas de investigación como nanotecnología, computación molecular, computación cuántica, inteligencia artificial, biotecnología, etc, nos van a deparar un futuro que va a exigir que toda la sociedad se implique, definitivamente, con la ciencia y la tecnología.



Bibliografía:

“Física y ciencia ficción”
VV AA
Editorial Akal

“De king kong a Einstein”
Manuel Moreno; Jordi José
Ediciones UPC

“La era de las máquinas espirituales”
Ray Kurzweil
Editorial Planeta


Páginas web para consultar libros, autores, comentarios y otros datos de ciencia ficción:

http://www.cyberdark.net/
http://www.ciencia-ficcion.com/bienvenida.html
http://www.cienciaficcion.org/libros/top/barcelo.shtml


Otras páginas web relacionadas con el texto:

http://orbita.starmedia.com/cienciayficcion/ingenieria.html#Dyson
http://www.upc.es/castellano/cienciaficcion/2002/confervinge.htm
http://www.fastra.org/kurzweil.htm

Miguel LEIVA MÁRQUEZ
04 diciembre 2004
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